La montería española
¿Cuál es el origen?
Durante milenios, este tipo de caza ha ido acompañada de caballos y perros. Los cazadores iban dotados de lanzas y arcos que utilizaban para abatir sus presas, a esto se le sumaba la emoción de la lucha entre la presa (que solían ser osos y lobos) y los perros que acompañaban al cazador. Estos perros solían ser sabuesos que seguían la presa y alanos o mastines para retenerla hasta que llegase el dueño. No únicamente se cazaban estas fieras, sino que también había sitio para zorros y grandes jabalíes. La caza de corzos y ciervos no entraba en la cacería a caballo, ya que estaba reservada para nobles y monarcas que cazaban a pie con arcabuces.
Debido a que las armas de fuego eran más fáciles de transportar y en el siglo XX fueron perfeccionándose hacia escopetas y rifles, el caballo quedó desplazado de la montería. Aunque seguía habiendo personas que lo utilizaban para mover los perros o entrar con mulos al monte y sacar las presas.
Se trataba de una caza auténtica en la que los cazadores debían tener un excelente conocimiento del monte, del comportamiento de los animales y disponer de unos canes bien entrenados. Se trataba de una caza puramente selectiva, deportiva y solo apta para valientes.
Cultura y tradición
Este tipo de caza hace de reclamo para multitud de países y es un gran motor económico en la Península Ibérica. La montería consiste en acotar un trozo de terreno y colocar diferentes puestos con cazadores en un sitio estratégico. Estos puestos de espera tienen el objetivo de cubrir las huidas naturales de los animales en el campo. Tras el posicionamiento correcto de los participantes en el puesto, llega el momento de realizar la suelta de los perros, con el objetivo de levantar a las reses de sus encames en el terreno acotado. El objetivo es que estos animales pasen por delante de las esperas y sean abatidos en su proceso de escapar de las rehalas de canes.
Hay que tener en cuenta distintos aspectos a la hora de enfrentarse a esta modalidad de caza:
- Saber que los lances de producen en movimiento y es recomendable un calibre de mucha parada frente a los de gran velocidad. Son disparos rápidos en los que no hay que perder tiempo encarando el arma.
- Se permanece un largo periodo de tiempo en el puesto y es posible que no se vea ningún animal. Hay que quedarse en el sitio asignado por el organizador hasta que finalice la montería y no salirse de él bajo ningún concepto, ya que puede ser peligroso.
- Hay que tener buen ojo para ver a la res entre la maleza, pero también hay que tener cuidado de no disparar a los perros o cerca del acompañante de la rehala. Va siempre vestido de naranja para cubrir la mancha y dando gritos.
Los puestos en una montería suele ser a sorteo, para que no haya preferencias de ningún tipo. Hay tiraderos de todo tipo y puede tocarte la suerte ese día en un puesto que no te esperas, es todo una lotería, aunque el organizador sabe cuáles tienen más probabilidades de éxito. En estas esperas, suelen ser de poca utilidad los visores y la vara de apoyo. Hay que estar en silencio y esperar la magia de la ladra de los perros que empiezan a correr por la mancha.
El alma de la montería: la rehala
Es un conjunto de perros, originalmente entre 15 o 20. Este número ha ido aumentando con el paso de los años hasta un máximo de 25, pero cada rehalero tiene su criterio. Estos animales utilizan su increíble olfato, vista y oído para localizar y perseguir a la caza en el monte. Su misión principal es conducir a los animales hacia los puestos de la montería para ser abatidos, en su camino corren ladrando para indicar su situación y alertar. En ocasiones, los canes abaten a la presa y es el perrero (o el montero más cercano al agarre) el encargado de rematar la faena.
Los perros buenos en esta práctica suelen cazar dispersos y abiertos, distantes pero sabiendo su situación siempre para seguir al rehalero. Estos conjuntos de perros, no son perros cualquiera y no todos valen para ello. Tienen que tener vista, oído y sobre todo olfato, además de coraje, fuerza, instinto y resistencia para enfrentarse al campo y la presa.
En cada lugar de España se tiene una tradición de rehala en cuanto a las razas participantes, pero en general y en la clásica montería encontramos tres grupos esenciales:
- Perros punteros: estos baten el terreno y buscan la caza por todos los rincones, se alejan bastante del perrero y suelen marcar dónde se encuentra el objetivo. Las razas más habituales son podencos de mediano tamaño como el podenco andaluz (perro dotado de un gran olfato e instinto cazador).
- Perros de media distancia: persiguen las reses hacia las posturas, tienen que tener buenos pies para mover las reses. Destacan el podenco canario o el campanero.
- Perros de agarre: son los encargados de sujetar las reses una vez producido el agarre, para que se pueda rematar con un cuchillo tradicionalmente. Estos perros son por ejemplo alanos o dogos que cuentan con una fuerte mandíbula para no dejar escapar ningún animal. De auxiliares a estos perros tenemos razas usualmente mezcladas con mastines.
Hemos hablado de puras razas, pero usualmente se utilizan razas cruzadas al gusto del rehalero, destacan mucho los cruces de podencos con perros de agarre o con perros de rastro como el sabueso.
Cada vez más, es frecuente ver perros de sangre en las rehalas españolas. Toman cada día más importancia debido a su gran habilidad de rastreo de presas heridas al final de la montería. Las razas más comunes son los teckel o sabuesos.
Por último, hay que resaltar la importancia que la montería tiene a nivel social, cultural y económico en las zonas rurales donde se practica. Una tradición que preservar y defender para su continuación en las generaciones venideras.
Autor: María Balletbó